Arterapia. Vuelvo de París y me sorprendo a mi misma cuando me preguntan qué me ha parecido.
“Es una ciudad impresionante. No hay para tanto. “
“Está sucia. Forma parte del encanto.”
“Es carísima. Los lujos se pagan.”
“Los franceses son muy amables. Los franceses son fríos y distantes.”
Y es que París es exactamente esto: una ciudad de contrastes. Porque ahora resulta que lo imperfecto es bello, y lo sucio es bohemio. Lo viejo tiene años de historia. Y la alta cocina parisina se resume a crepes y quiches.
La llamada ciudad del amor o ciudad de la luz es carísima y sucia. Y también es maravillosa e impresionante. Pero no pasa nada, porque tiene encanto. O como los franceses dirían: París, c’est chic.